¿Por qué es importante que conozcamos algo sobre el funcionamiento del cerebro? ⁠

Para poder entender a nuestros hijos e hijas es importante saber el por qué de sus comportamientos, sobre todo de aquellos que nos incomodan o nos suponen un reto. Por lo general, estas conductas nos están expresando una necesidad que tiene que ser cubierta por nosotros, pero la forma depende, en gran medida, de las habilidades que tenga el niño o la niña y éstas dependen de su momento de desarrollo y de cómo funcione su cerebro.

Hoy tenemos información sencilla y adaptada sobre el cerebro, información que además ha sido escrita para nosotros. En España podemos leer a Álvaro Bilbao, y sino tenemos a un referente internacional como es Daniel J. Siegel. Actualmente estoy leyendo su libro El Cerebro del niño. En él adapta información sobre el funcionamiento cerebral de los más pequeños para que pueda ser leída por cualquier mamá o papá interesado en saber cómo funciona este órgano, que en los peques está en pleno desarrollo pero que no va a terminar de formarse hasta pasada la veintena.

Les dejo el vídeo en el que D. Siegel presenta el modelo del cerebro en la mano.

Tenemos que ser conscientes de cómo funciona el cerebro de los peques, así podemos acompañarles en algunos procesos, reconocer cuando están desbordados, o como decimos en disciplina positiva “destapados”, pero también para reconocer en nosotros mismos cuando necesitamos “taparnos” o integrarnos, para dejar de actuar desde el instinto y lo emocional, y dar paso a la parte racional y más pausada.

Les dejo aquí un enlace a la web psicología y mente donde pueden ver un dibujo del cerebro y de las diferentes partes de las que voy a hablar.

El tronco encéfalo y el sistema límbico, (Cerebro inferior) está en la parte interna del cerebro. Se encarga del procesamiento emocional, y nos prepara para responder ante peligros. Esta zona está desarrollada desde el nacimiento.

La corteza cerebral (Cerebro superior) es la parte que envuelve a las partes centrales. Nos ayuda a percibir el mundo exterior, a procesarlo, pensar… Y la parte de la corteza que estaría situada en la frente, la llamamos corteza prefrontal. Esta parte se encarga de, entre otras cosas, organización, control de impulsos… y también de regular el tronco encéfalo y el sistema límbico. Y esto es la clave.

Cuando a lo largo del día nos van ocurriendo cosas, nos enfadamos, estamos cansados… Nuestro cerebro, la parte del sistema límbico empieza a reaccionar sin estar bajo el control de la corteza. A esto es a lo que llamamos estar destapados. Sin el apoyo de la corteza, sobre todo de la parte prefrontal, no analizamos bien la situación, no controlamos nuestra impulsividad y por lo tanto vamos a tener conductas que no son adecuadas, porque están siendo controladas por la emoción. Perdemos nuestra flexibilidad, nuestra paciencia, nuestras habilidades para conectar con nuestros hijos o hijas, para empatizar con ellos y analizar qué necesitan.

¿Importante verdad?

¿Y si ahora te digo que nuestros peques o personas con algún tipo de alteración del desarrollo no tienen desarrolladas del todo estas habilidades en su corteza cerebral? Quizás ahora muchas cosas comiencen a tener sentido.

Si nosotros, adultos que hemos pasado la veintena, y que tenemos el cerebro totalmente desarrollado y a pleno rendimiento, según los acontecimientos podemos “destaparnos” y no sabemos controlar esa situación y lo que hacemos en esos momento- ¿Cómo vamos a pretender que un peque, que no tiene este nivel de desarrollo, que su sistema límbico está en su máximo esplendor, y respondiendo a cualquier cosa que le supone un peligro o un cambio no previsto, se controle?

Una ves hecho este pequeño acercamiento nos quedaría el, ¿Pero entonces qué hago?

Lo primero, ser conscientes de los momentos en los que nosotros, adultos, nos destapamos. Cansancio, estrés, dolores… Y tratar de poner remedio = AUTOCUIDADO.

Daniel J. Siegel nos dice: “Si te has dado cuenta de que tu cerebro inferior tiene el control, y has empezado a perder la cabeza, lo primero que tienes que hacer es: no hacer daño y protege a tu hijo o hija”. ¿Cómo?

  • Cierra tu boca para no decir algo que lamentes

  • Pon las manos en tu espalda, no permitas hacer algo físico que no quieres hacer.

  • Aléjate lo que puedas

  • Serénate

Una vez hecho esto, si conseguimos integrar nuestro cerebro:

  • Acompaña al peque

  • Conecta con él

  • Exprésale con palabras que sabemos qué emoción está sintiendo

  • Dile que entendemos su necesidad

  • Proponle soluciones

De esta manera, conseguiremos que vaya aprendiendo a regular sus emociones y a expresarlas de diferentes formas. A entender que todas las emociones son válidas y que tienen su espacio para ser sentidas, pero que hay formas mejores de expresarlas. Y aprenderá que estamos con él o ella y que nos importa.

Como dice Daniel J. Siegel “Cuando ayudamos a nuestros hijos a poner un nombre a sus dolores y temores, los ayudamos a domarlos”

Cuando los niños ya no son tan peques, puede que las rabietas vengan procedentes del cerebro superior, las distinguimos porque son más reflexivas, no están gobernadas por las emociones. Se distinguen porque con las rabietas del cerebro inferior, las más emocionales, hacen que el niño no se integre. En ese momento no puede razonar, controlarse…

No responderemos a ambas de la misma forma, pero eso mejor lo dejamos para otro post.

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